Isla de Elba
En el corazón del archipiélago toscano.
La isla de Elba es la tercera isla de Italia y la más grande del archipiélago toscano: el corazón del Parque Nacional del Archipiélago Toscano, se presenta como un concentrado de tesoros, una isla que emerge del azul zafiro del mar y Se derrite, en el horizonte, con el azul del cielo.
La isla es un mosaico de pueblos, matorral mediterráneo y playas doradas, enriquecidas con historias y leyendas: según la mitología, Jason se detuvo en Elba y se detuvo en Porto Argon (ahora Capo Bianco) durante busca el vellocino de oro. Desde el mismo puerto, como Virgil cuenta en la Eneida, más de trescientos hombres navegaron para rescatar a Enea, que se comprometieron en la batalla contra los Rutulis.
Los etruscos, del siglo VIII aC C., se estableció en la isla, comenzando el desarrollo de la industria del acero: el hierro extraído de las minas de Aethalia, el apodo de la isla que significaba "chispa", se exportó a todo el Mediterráneo. Posteriormente, los romanos explotaron no solo las minas de hierro, sino también los depósitos de granito; También se descubrieron los beneficios de los Baños de San Giovanni y comenzó la producción de los principales vinos de Elban. Para simbolizar la vitalidad del comercio por mar, las espléndidas ánforas de todo el Mediterráneo se conservan en los museos de Marciana y Portoferraio. En la época medieval, la República Marítima de Pisa explotó los prestigiosos depósitos de granito de Elban, que fueron a formar las columnas de la Piazza dei Miracoli en Pisa.
En 1548, Cosimo I de Medici comenzó a construir Portoferraio, una ciudad fortificada diseñada de acuerdo con un cuidadoso estudio de la planificación urbana y militar: hoy en día es la capital de la isla.
A principios del siglo XVI, los españoles de Felipe III se asentaron en Porto Azzurro, donde se construyó el imponente Fuerte San Giacomo. Entre los grandes nombres de la historia que han dejado huella en la isla destaca el de Napoleón Bonaparte: en el siglo XVIII, austriacos, ingleses y alemanes compitieron por el Elba, con batallas y negociaciones. La isla de Elba fue asignada a Napoleón, quien, después de la derrota de Leipzig y tras el tratado de Fontainbleau, se vio obligado a abdicar del trono francés. El gran condottiere eligió el Elba como lugar para su exilio y, en menos de un año, logró expandir la red de carreteras, promovió la producción y exportación de vino y aceleró la economía minera, haciendo que la isla brillara. en una nueva luz
La tradición vinícola ha significado que, a lo largo de la historia, puedan nacer producciones prestigiosas y de renombre: Elba Bianco, Elba Rosso, Ansonica, Aleatico, excelentes para acompañar los sabores de la tradición gastronómica de Elba. Entre los platos más sabrosos, el "gurguglione", una especie de pisto, risotto de sepia y sardinas rellenas.