En busca de la consolidación del poder en toda la Toscana, el duque Cosme I de los Medici siguió durante su larga dominación una política promocional formada por grandes obras públicas, entre las cuales la construcción militar obviamente tenía una prioridad absoluta. En ese momento, muchas de las numerosas fortalezas que aún custodian los territorios de lo que fue el Gran Ducado de Toscana fueron construidas o fortalecidas.
Protagonistas de tales grandes empresas fueron, entre otros, Giuliano y Antonio da Sangallo, Giovanbattista Bellucci y Bernardo Buontalenti. Los dos últimos se encontraban entre los arquitectos más calificados en este sector y, en diferentes épocas y con diferentes soluciones, los arquitectos de la intervención renacentista en la antigua fortaleza de Pistoia.
Una tradición popular, aceptada por la historiografía local, quiere que en la Edad Media la fortaleza, construida por los florentinos en la primera mitad del siglo XIV cuando la ciudad estaba reconstruyendo sus murallas, tuviera el nombre de S. Barnaba. Cerca de una capilla dedicada a este santo. Fue nombrado después de Santa Bárbara sólo en tiempos posteriores.
Durante el período del Renacimiento, la fortaleza sufrió una primera ampliación cuyo trabajo se confió a Bellucci, en el momento de la recuperación de todo el sistema defensivo de la ciudad. El origen de la intervención fue el proyecto de la arquitecta Nanni Unghero, quien había planeado una estructura, con un plan cuadrilátero con bastiones en las cuatro esquinas, sin ninguna decoración y con un foso profundo alrededor. Posteriormente, Bernardo Buontalenti incorporó este núcleo en un nuevo bastión conectado a las murallas de la ciudad, dando así a la fortaleza el aspecto imponente que aún conserva. En toda su historia, la fortaleza solo sufrió un asedio a mediados del siglo XVII, cuando las tropas papales atacaron Pistoia, pero fueron rechazadas por sus poderosos bastiones.
A finales del siglo XVIII, el Gran Duque Pietro Leopoldo, en el contexto de su vasta obra de reforma, decidió desarmar la fortaleza. Perdido en esa ocasión, su papel como baluarte en la defensa de la ciudad, el fuerte aún mantenía una función militar, primero como cuartel, luego como prisión y distrito. Hoy en día, importantes trabajos de restauración buscan terminar con el largo abandono del importante monumento de la ciudad.
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